26M: Demostrar que la ignorancia es minoritaria

Un día después de la clase sobre las visiones y utopías en el contexto de la sostenibilidad en LUMES, entre el grupo de compañeros de diferentes partes del mundo pensábamos en ejemplos de las utopías que se hicieron realidad. La dificultad de traducir la visión a la realidad tiene mucho que ver con aquello de que “en la teoría no hay diferencia entre la teoría y la práctica, sin embargo en la práctica sí que la hay”.

Tras un breve silencio, dije: “Hay una…” y ante la sorpresa de mis compañeros aclaré “la Unión Europea” y a continuación expliqué mi afirmación rebobinando la visión al final de la Segunda Guerra Mundial. Millones de vidas perdidas. Millones de casas destruidas. Hambre. Enfermedades. Pobreza… ¿Quién desde aquel escenario tan desolador jamás podía haber imaginado que tan solo medio siglo después Europa estaría unida?

Era utópico tan siquiera pensarlo y las voces que se atrevía a pronunciarlo en público estaban tomadas por soñadores, idealistas e ilusos. Sin embargo, los  hubo y con el tiempo empezaron a sonar con más fuerza, allanando el camino por donde durante las décadas  posteriores andaría la consciencia colectiva. Pero si hay voz que hay que destacar es aquella que decía “Nada sin Francia”. Desde Konrad Adenauer hasta Angela Merkel, todos los cancilleres alemanes se atendieron a la premisa que al mismo tiempo fue adoptada, no sin reservas, por su contraparte. Desde De Gaulle hasta Macron.

El 26 de mayo se celebran unas de las elecciones más  importantes en la historia reciente de la recién nacida Unión Europea. Se ponen sobre la mesa muchos temas importantes que determinarán el futuro de millones de los europeos. De uno u otro modo. El debate es amplio, diverso y transversal, pero hay un tema que lo polariza. El nacionalismo.

Los viejos nacionalismos ven en el espacio que dejó libre el debate tradicional entre la derecha y la izquierda una oportunidad para pescar votos. Salen a por todas y con todo. Con el fin de ganar la confianza entre las comunidades marginalizadas por las crisis económicas, la globalización y tercera revolución industrial, no dudan en cambiar sus discursos. Para estas elecciones, los Democratas Suecos (Sverigedemokraterna) el partido de la ultra derecha sueca, ha quitado desde su programa salir de la Unión Europea. Este punto, hasta hace tan solo unos meses, era el punto estrella de su política internacional. Tras ver el desastre del Brexit decidieron dar marcha atrás.

Como ellos son muchos partidos y programas políticos oportunistas que pretenden ganar poder despertando los viejos fantasmas. El peligro es real porque su fuerza crece. Pero como decía Jovan Kablar en el retrato que sale en el último número de La Marea “Son movimientos minoritarios y no creo que representen una amenaza seria. Creo que el nivel medio de educación es suficientemente alto para que los europeos se resistan a este tipo de manifestaciones negativas”.

“¡El nacionalismo es la guerra!”, avisaba Mitterand poco antes de morir en un discurso ante el Parlamento Europeo.  Pocos como Jovan lo saben tan bien. En la vida de muchas personas, la guerra supone un antes y un después. Jovan ha tenido “tres antes y tres después”. En sus 86 años ha vivido la Segunda Guerra Mundial, la guerra civil en Croacia y la guerra de Kosovo. Es un vivo recuerdo de las terribles consecuencias de los nacionalismos radicales y destructivos.

Os recomiendo leer la serie de retratos publicado en La Marea donde los que vivieron la barbarie de la Segunda Guerra Mundial hablan sobre el peligro de resucitar los viejos odios. Y también que, todos lo  que podéis, salgáis a votar el 26 de mayo, para demostrar que Jovan tenía razón cuando decía que la ignorancia es minoritaria.

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