Los títulos de Carmena

Mientras en la Comunidad de Madrid tiemblan por los títulos falsificados, en la alcaldía se hartan de cosecharlos. Manuela Carmena es la primera alcaldesa (o alcalde) de Europa que en el mismo año haya ganado la liga de Campeones, la Copa UEFA y la Euroliga de baloncesto. En su envidiable palmarés, la alcaldesa además suma otro par de ligas de campeones, españolas, copas y muchos más.

Evidentemente, Manuela Carmena no es la responsable directa de ningún equipo deportivo. Desde aquí pido disculpas por haber usado su nombre en este contexto, pero la frivolidad del deporte sigue siendo la mejor manera para atraer la atención hacia temas importantes. Sobre todo aquellos que catalizan los estados de ánimo populares.

Mis felicitaciones a la alcaldesa de Madrid van por haber demostrado que una gran ciudad puede ser gobernada desde la ética, valores, responsabilidad, el compromiso y la cercanía con la ciudadanía. Sin nepotismo, partidismo y electoralismo. Su forma de hacer política ha devuelto la esperanza a una ciudadanía cansada de corrupción, soberbia y oportunismo. Rasgos principales de un sistema que aseguraba los privilegios para los privilegiados y precariedad para los demás. Ha demostrado que los ciudadanos no necesitan dogmas, retórica, grandes promesas o partidismo. Con la ética basta para poner bases de un buen servicio público.

Cuando en un país el primer ministro llama “casos aislados” la condena por corrupción que sacude los cimientos del partido gobernante, todo indica que el criterio que se exige a la clase política ha caído muy bajo. De otro modo, no se hubiera atrevido hacer tal declaración.

En España, desde hace tiempo la fe en la política está por los suelos. Los “casos aislados” no son la excepción. Son la regla. Cuando el problema de la corrupción sacude a las más altas esferas de la vida pública hay que verlo como un problema sistémico. El hecho que la élite política intenta “desdramatizar” y minimizarlo únicamente demuestra que los principales beneficiados de esta triste actitud son los que se esfuerzan en mantener el statu quo.

El peligro que esconde la actual situación política es que los “beneficiados” acudan a incrementar la presión que existe en la sociedad en relación con el “tema catalán”. El nacionalismo siempre ha dado buenos resultados a las élites preocupadas por perder sus privilegios. No sería la primera vez que jugasen a esta carta.

En la frase “Cada nación tiene el gobierno que se merece”, el eslabón más débil es la nación. Es ésta realidad imaginada construida alrededor de los mitos tribales que perpetúa la corrupción, las guerras, el odio y los demás residuos de la mentalidad medieval.

La nación se merece el gobierno que tiene porque se aferra a las dogmas que instruyen a obedecer el “orden divino” y la absurda noción que asignaba reyes y sacerdotes como “elegidos” para ejecutar la “voluntad de Dios” en la Tierra.  Es la nación la que cogió el testigo de la plebe feudal para dar continuidad a la transferencia de poder entre las generaciones de élites en tiempos modernos.

Pero aun así, existe entre las naciones una diferencia básica que les divide entre las prosperas y las decadentes. Es la narrativa que repiten.

Las decadentes, incluso ante la peor barbarie y abuso de poder, suelen contentarse repitiendo:

Podría ser peor.   

Las prósperas, siempre y por defecto, tienen automatizada la respuesta:

Podría ser mejor.

Una nación que se quede contenta con la explicación de “casos aislados”. La que no exija responsabilidades y consecuencias ante tal magnitud de desprecio ante la administración de lo público, es decadente. Si ante los síntomas continuos sigue sin atender las causas de sus manifestaciones, esta nación evidentemente no se merece mejor.

Seguirá con el lamento de su “maldito destino” consolándose con el cuento de que aun “podría ser peor”. Y el círculo vicioso se irá repitiendo.

Hasta que no se rompa.

Para romperlo, la solución pasa por dejar de poner como la prioridad ser una nación. Por empezar a relacionarse alrededor de la ética y el sentido común, alrededor del compromiso social y la responsabilidad individual que mejor se ejercen desde la cercanía. Desde la noción de pensar globalmente y actuar localmente.

La política debería ser como la cocina. Por más local que es más global será.

A diferencia de España y Catalunya, Madrid y Barcelona van muy bien. Estaría bien dejar de ser españoles y catalanes para practicar ser buenos ciudadanos[1]. Los  títulos llegarán, seguro.

Y si aun así uno sigue creyendo que necesita una nacionalidad para sentirse completo, pruebe con la europea.

[1] Observen que la palabra ciudadanos a propósito no está escrita con la c mayúscula .

2 comentarios sobre “Los títulos de Carmena

  1. Cuánto me alegra leer un relao como éste, porque veo que desde «fuera» también se perciben y aprecian los valores, la responsabilidad y el compromiso con la ciudadanía de MI Alcaldesa; algo que todos los que vivimos en la capital lo vemos a diario, sólo con abrir un poquito los ojos. Nunca me había sentido orgullosa de ser madrileña, y nunca especialmente tanto como ahora mismo. Enorme Carmena.

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    1. Admiro su trabajo y su forma de ser. Ella y Ada Colau son lo mejor que ha pasado en la política española desde hace mucho tiempo. Además de ser un ejemplo para el país también lo son en muchos temas para para el resto de Europa

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