Como una H. La octava letra del alfabeto español. No representa a ningún fonema. Es muda.
Siempre me parecía curiosa la función de una letra muda, hasta que vi donde llegó el conflicto España-Catalunya (y viceversa).
La H es muda por una simple razón, la H no se pronuncia. Se arrima a los vocales y consonante que tiene a su lado y procura a pasar desapercibida. Se queda allí quietecita para la intimidad de las bibliotecas donde los estudiosos le darán el cariño y respeto que necesita su timidez.
La H es muda no porque no tiene nada que decir. Es porque no tiene la voz. Todos a su lado la tienen y la hacen sonar. A grito pelao’. Pero sus voces sin la H pierden el sentido.
¿Qué sería de la cHapuza sin ella?
Viendo las noticias de Barcelona de ayer, me sentí como una H.
Whatsapeaba a M. mi indignación. Esperaba que en un momento los bandos se darían cuenta de lo lejos que se ha ido el conflicto que se vive. Que la gente entraría en razón. Que los que lideran empezarían a comportarse no como muñecos encorsetados en los mandatos que supuestamente tienen que defender, sino como personas maduras, sensatas y responsables que no se levantaran de la mesa de dialogo hasta proporcionar lo único que de ellos se espera; hacer que la gente viva mejor, en paz y prosperidad.
Pues no.
Desde ayer los vocales y los consonantes empezaron a cavar las trincheras. Y veo aquella pobre H muda, pillada en el medio, llevándose las manos a la cabeza, tratando de decirles:
- La Constitución de 1978 no tiene soluciones para el contexto del año 2017.
- El uso del nacionalismo con fines partidistas se llama fascismo.
- No pueden decir que el catalán es todo aquel que paga sus impuestos en Catalunya y luego llevarse la pasta a Andorra.
- Si estas en el Parlament, no eres antisistema.
- Usar “el tema catalán” para tapar los agujeros de la incompetencia y la corrupción es vergonzoso.
- Si eres mileurista no seas nacionalista. Acabaras siendo carne de cañón.
- Muchos perderán todo, pocos ganarán mucho.
Fue allí, con la última frase que la H resonó en ambos lados.
“¡Pocos ganarán mucho!”. Tras ello, empezaron a animar a los suyos a apretar más fuerte.
- Deberías escribir otro artículo, – whatsabeaba M.
- Ya no queda quien lo leyera. Desde hoy solo quedan dos bandos. – contestaba la H.
¡Pues no!
Aunque mudo, no me callo.
Hay una tercera vía.
La que busca respetar las identidades nacionales para integrarlas en un único proyecto que merece la pena invertir toda esta energía que hoy en día se vierte por las calles catalanas y españolas.
Europa.
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