Sarajevo también fue una ciudad olímpica

El único problema de la democracia es el ser humano. Si no fuera por este detalle (menor) sería un sistema perfecto. Elecciones tras elecciones se intenta superar esta anomalía, pero sin éxito. De un modo u otro la cosa siempre termina con una parte de los votantes cabreada.

Sucede porque, parafraseando a Juval Noah Harari, la gente siente conexión con el resultado de las elecciones solamente cuando comparten vínculos con la mayoría de los votantes.

En condiciones normales la cosa no pasa más allá del cabreo pasajero. El efecto de las mayorías permite que uno tragante la victoria del otro solamente gracias a uno de los mayores incentivos del ser humano. La esperanza.  Aunque intangible, la esperanza modifica la realidad y genera perspectivas que alivian el dolor de la derrota. En fin ¿qué son cuatro años?

Pero cuando las elecciones son un referéndum, la cosa cambia.

En febrero de 1992, el pueblo bosnio y croata de la Republica de Bosnia-Herzegovina votó en referéndum su independencia de la República Federal Socialista de Yugoslavia. Decidieron tirar adelante a pesar de que el pueblo serbio boicoteó la votación. Pocos meses después Barcelona vibraba con los Juegos Olímpicos, mientras Sarajevo se quedaba en ruinas.

Con la primavera del ’92, tras cuatro siglos de comunismo, llegó la democracia y sacó lo peor de la gente. Aunque todavía no está claro si fue la primavera o la democracia.

En mi humilde opinión es la mezcla de las dos cosas.

“Odio la primavera porque levanta falsas expectativas” escuchaba decir a un bohemio. Si sustituyamos la primavera por la democracia la frase funciona igual.

Quizá por ello, vistos los desastres de las últimas primaveras pintadas de revoluciones democráticas en muchas partes del mundo se plantea el dilema:

  • Prohibir la primavera.
  • Prohibir la democracia.   

En este dilema parecen estar metidos en España.

Veo en las noticias que la primavera llegó a Cataluñnya. Veo que las expectativas son altas. Veo los “defensores” de la Constitución cantar «El  novio de la muerte” y los “defensores” de la independencia enterrar “la revuelta de las sonrisas”. Al son de su maquinaria mediática van acompañados de simbolismos sacados de unos tiempos destructivos.

Lo que veo muy poco es uno de los símbolos más poderosos de Catalunya y España. Aquel que transformó Barcelona y dio un salto cualitativo a España. Aquel que juntó las miradas hacia un futuro próspero. Aquel símbolo de la esperanza.

Veo aparecer poco los símbolos olímpicos.

Ahora que llegó la primavera y algunos creen que la violencia puede formar parte de la solución, espero que no sea tarde para recordar a unos y otros que Sarajevo fue una ciudad Olímpica, también.

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