¿Aceptaría una Catalunya independiente el referéndum por la independencia de Barcelona? La pregunta se plantea en la misma línea de las iniciativas surgidas tras el Brexit, las que pedían el derecho de autoderminación para la ciudad de Londres, cuyos ciudadanos masivamente apoyaron la permanencia en la UE. O también aquella que tras la decisión de Donald Trump de retirar los EEUU del Acuerdo de Paris, el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio firmó una orden ejecutiva para adoptar los objetivos del acuerdo afirmando que «Tenemos que tomar el asunto en nuestras manos».
Son solamente algunas de las voces del cambio del paradigma que viene. El poder de los estados-nación, como un paradigma surgido de las revoluciones industriales, se está agotando. Pero, como siempre, un paradigma no desaparece hasta que haya un nuevo paradigma en pleno funcionamiento, capaz de sustituirlo. Este nuevo paradigma ya está en marcha. Es el poder de las ciudades.
El hecho que en España/Catalunya la única cosa que los poderes viejos se pusieron de acuerdo fue poner todo tipo de trabas a la administración de las ciudades de Barcelona y Madrid, pone en evidencia el miedo que el discurso nacionalista tiene ante la nueva realidad. Una realidad que demostró no solamente ser una alternativa dialéctica o ideológica, sino un modelo de administración pública plenamente eficaz y eficiente.
Los estados-nación, como una realidad histórica, existen desde hace ta solo un par de siglos. Las ciudades desde hace muchos milenios. Por su cercanía con los ciudadanos son una forma mucho más natural de organización. Y aunque los estados intentasen apoderarse de esta cercanía, usando el término ciudadano para definir la pertinencia a un país, el nacionalismo como aglutinador de este sentido de pertinencia ya no da más de sí.
El nacionalismo está dejando de ser la savia de las sociedades y dentro de poco tiempo, cuando las ciudades establezcan modelos de gestión de temas globales, los estados-nación serán un simple apartado en los libros de historia. Esto sí, un apartado con páginas llenas de grandes manchas de sangre.
El 21D marcará un antes y un después en las conversaciones que se están produciendo entre la Generalitat y el Gobierno pero el resultado marcarán las voces surgidas de la área metropolitana de Barcelona. Estas voces inclinarán la balanza hacia uno u otro lado, pero el resultado, sea cual fuere, yo no las veo más que la consecuencia de unas conversaciones que no se dieron cuando tocaba. Independientemente del resultado, el mundo ya ha tomado una dirección donde tanto España como Catalunya quedarán obsoletos, dentro de un par de décadas. La decisión tomada por los ciudadanos solamente puede acortar el plazo de conexión con el nuevo paradigma.
Lo antes posible las conversaciones pasen de la relación Moncloa-Palau hacia Madrid-Barcelona será mejor para todos. Estas dos grandes ciudades son nudos que propulsan las economías de sinergia y añaden valor incluyendo las ideas y personas de forma transversal en una nueva visión de la humanidad. Como tales han de buscar vias para conectarse a la red de las Ciudades Globales y no a los mitos medievales.
Las conversaciones que se darán el 21D generarán un nuevo horizonte de posibilidades construidas sobre unas nuevas identidades, alejadas de los tambores tribales. A pesar de las resistencias, como aquellas que dieron las victoria a Trump y Brexit principalmente gracias a los votos cosechados en las plazas rurales, la humanidad avanza hacía una nueva realidad que construye modelos de organización para un mundo cuyas ¾ partes vivirán en alguna de las grandes ciudades, antes del año 2050.
El debate entre lo urbano y rural, que tanto favorece los discursos xenófobos y nacionalistas, no debe estar marcado dentro del contexto de la modernidad. No es su lugar. Para mí, la máxima expresión de la modernidad es vivir donde a uno le dé la gana. La globalización de los servicios, ideas e infraestructuras lo permite. Personalmente, yo me identifico como un urbanita que vive en un pueblo de trescientos habitantes en medio de la naturaleza sueca. En tan solo una hora desde mis campos y bosques llego a un gran aeropuerto internacional. Es el mismo tiempo que muchas veces tardaba desde el centro de Barcelona.
Esta conectividad es la savia de la humanidad. Una humanidad nueva que avanza hacia los nuevos modelos de poder ciudadano que finalmente dará pruebas contundentes de que, evidentemente, existe vida inteligente en la Tierra.